El colchón

Otro domingo libre, otro domingo haciendo el vago... Estoy empezando a acostumbrarme. No sé qué cara se me va a poner cuando me toque trabajar uno de estos. Escribo desde la cama --ya os había dicho que estoy vaga--, en uno de esos días grises y horribles ingleses. Pero antes de nada tenéis que saber: esta no es mi cama... Tranquilos, que tampoco me he echado amante alguno. Como ya os dije en el post anterior, esta mudanza iba a ser "larga, lenta y dolorosa". Nunca mejor dicho: dejamos nuestra "cuevita", como la hemos llamado durante mucho tiempo, el viernes; y no entramos en la casa nueva hasta mañana lunes. Así que menos mal que somos buena gente y podemos contar con amigos para no vivir debajo de un puente a orillas del Támesis. Al final nos vimos con tres posibilidades distintas donde quedarnos esas tres noches sin hogar --'homeless', como dicen los angloparlantes.

La mejor opción fue desde el principio el estudio de mi amiga Tina, a dos minutos de mi antigua casa. Y aquí estoy, en la ya conocida popularmente como "la mejor cama del mundo". No os podéis imaginar el poder que tiene este colchón para no dejarte salir de él. ¡Es una maravilla! Yo ya lo había visto antes pero nunca me había fijado detenidamente y cuando lo hice el viernes, analizando cada detalle, me resultó bastante canijo y poca cosa --poca cosa de grosor porque realmente, es la cama doble más ancha donde hemos dormido Javi y yo--, vamos que no me dio buena espina. Luego cambiando las sábanas, que Tina ya había cambiado previamente, leí en una esquinita que es uno de esos colchones 'memory foam'. Acabo de buscar su significado en castellano porque, sinceramente, no tenía ni idea, y resulta que se trata de los colchones visco-elásticos con efecto memoria... En fin, 'memory foam' me suena más fácil y directo al grano... Y la cuestión es que fue probarlo y no querer salir de la cama desde entonces.


Al comentar con Tina lo enamorados que estamos Javi y yo de su colchón, me dijo que le pasa a todo el que lo prueba. Es algo extraño porque, incluso teniendo dos sillones delante la mar de cómodos, el colchón sigue llamándote y no hay forma de rechazarlo. No penséis que he estado todo este tiempo durmiendo. El viernes estuve arreglando papeleo de tasas y del nuevo piso, por supuesto desde la cama. Ayer no me quedó otra que ir a trabajar y luego me fui de cena a un restaurante tailandés para celebrar no uno, sino dos cumpleaños. Y hoy... Aquí estoy. Que conste que he terminado saliendo de casa un rato. Pero el resto del tiempo, aquí remoloneando. Se está tan bien: sentada, tumbada, de un lado o del otro. No hay postura incómoda posible aquí dentro. Y cuando intentas levantarte, te da la sensación de que, literalmente, no puedes. Y, ¿para que hacer un sobreesfuerzo?

Hacía siglos que no dormía tan bien como lo estoy haciendo desde el viernes. Así estamos, que ahora queremos un colchón de estos para nosotros. Pero bueno, sea como fuere, ya mañana toca irse y comenzar una nueva etapa. Sí, otra más. En esta ciudad uno no deja de pasar por distintas etapas... El proceso de cambio de etapa, el de búsqueda, siempre cuesta, pero al final se agradece porque, sea como sea, todo cambio siempre comienza con el propósito de mejorar. Ahora toca nuevo barrio, aunque no muy lejos de éste, nueva rutina de transporte, nuevas paredes, nueva 'flatmate' --compañera de piso--, nuevo sofá, nueva cama... Aunque el colchón si no es 'memory foam', a mí que me lo cambien.

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