Tortugas en el ascensor
¿Sabéis cuando estáis en un ascensor lleno de gente y nunca se habla? Uno
no sabe a dónde mirar, ni qué decir. Muchos suelen dirigir su atención hacia el
techo o hacia un punto infinito para tratar de no coincidir con la mirada de desconocidos.
Otros, optan por el suelo. Y, en caso de situación incómoda, sonrisa forzada.
La historia que voy a compartir hoy va algo de ascensores. Eso sí, no tiene
nada que ver con lo que os acabo de contar...
En John Lewis pasan muchas cosas, algunas de lo más absurdas. Desde que
trabajo allí, he visto música en directo para Navidad y Semana Santa, un
desfile de moda, un mini concierto de Gabrielle Aplin, una actuación del
musical de los Jersey Boys... -Por algún motivo que desconozco, todo esto suele
ocurrir en mi planta-. Y eso por no hablar de anécdotas diversas protagonizadas
por el propio personal. Pero lo más chocante hasta la fecha me pasó en un
ascensor. Mi compañera Gaby y yo nos disponíamos a subir a la sexta planta para
almorzar. Todo parecía normal. Las dos íbamos hablando y riendo tan contentas,
como de costumbre. De hecho, Gaby y su madre -las dos trabajan para la misma
firma de ropa- son de las personas que más me hacen reír aquí en London. Así
pues cogimos el ascensor, donde continuamos con nuestras bromas e historias
hasta que se paró en la planta tercera y se montaron otras tres personas. Y así
fue como comenzó el clásico "momento ascensor". Básicamente, se hizo
el silencio. La cosa no quedó ahí porque el ascensor volvió a parar en la cuarta
planta.
En mi vida hubiera imaginado que pasaría lo que ocurrió en cuanto se
abrieron las puertas. Allí, en primera plana apareció Raphael, seguido por
Donatello y un señor enchaquetado. Para
el que no haya caído aún... No me estoy volviendo loca, ni hablo de
diseñadores italianos, ni de cantantes, ni de artistas del Renacimiento. Así es
que para el que ya se haya caído en la cuenta de quien hablo, lo confirmo: dos
de las Tortugas Ninja estaban allí, delante mía, esperando a subirse en el
ascensor. ¿Hola? Pero no eran de esos disfraces pencos que se ven de vez en
cuando por ahí. No, no. ¡Eran perfectos! Algo así como la foto de al lado pero
sin los antifaces puestos, que los llevaban al hombro. Cuando las tortugas
entraron en el ascensor, se hizo como un círculo que las obligó a quedarse en
el centro. Todo de lo más surrealista. Sobre todo porque el disfraz de
Donatello tenía una gran sonrisa dibujada en la cara y, por supuesto, era el que yo tenía justo enfrente. Cara a
cara. Nunca creí que diría esto pero sí, estuve cara a cara con Donatello. Y
allí estaba con su incansable sonrisa mirándome fijamente -los ojos del
disfraz, claro, a saber lo que la persona de dentro estaba mirando.
Fueron solo dos plantas, de la cuarta a la sexta. Pero fueron los segundos
más absurdos que he vivido en estos días. Si antes de eso estábamos en
silencio, este se incrementó con la llegada de las tortugas, salvo alguna
risilla tonta que salió de algunos de los allí presentes, entre ellos la de
Gaby. El hombre con traje de chaqueta fue el único que se atrevió a decir algo
ante nuestras caras de sorpresa. Y nos explicó que se trataba del lanzamiento
de un nuevo juguete. Yo me comporté y aguanté la risa como una campeona. Pero
fue salir de allí y explotar. No nos podíamos creer lo que nos había pasado.
Puede parecer una tontería pero no creo que haya mucha gente en el mundo que
haya compartido ascensor con las Tortugas Ninja. Tampoco es que ahora me sienta
importante ni se me esté subiendo a la cabeza, no os creáis. Sigo siendo la
misma de siempre. Es más, si queréis que os diga la verdad, las Tortugas Ninja
me aburrían bastante...
Hola, di con tu blog, y me parecio muy interesante, mirando de aqui de alla, pues he comenzado uno también, te invito a visitarlo, http://cineapasionante.blogspot.com/ y podamos seguir en comunicación, Abril
ResponderEliminarMuchas gracias por tu mensaje, Abril! Seguimos en contacto!
EliminarSaludos,
Irene